miércoles, 18 de diciembre de 2024

Pablo Iglesias, la modernidad de sus ideas 

    La verdad es lo que distingue a unas voces de otras. La de Pablo Iglesias era una voz de palabra encendida, de certeza y valores, de utopía y resiliencia, una voz hecha de verdad, como destacaban Antonio Machado, Valle Inclán, Rosa Chacel, Ortega y Gasset o Fernando de los Ríos, entre otros muchos a los que la voz del Abuelo impresionó por su fuerza, serenidad y carácter. De él aprendieron que en el socialismo estaban las ideas de modernidad que serían el ADN del progresismo en España; de él aprendimos todos, en palabras de María Zambrano, que “la verdad se siembra”.

     Aquel niño de Ferrol que sufrió la miseria y aprendió el oficio de tipógrafo en un hospicio de Madrid, nunca lo tuvo fácil, jamás se rindió, nos enseñó que la resistencia era el mejor camino a la utopía, que la libertad y la justicia componen la única fórmula salvadora. El 2 de mayo de 1879, en la Casa Labra de Madrid, dieciséis tipógrafos, cuatro médicos, un doctor, dos joyeros, un marmolista y un Zapatero, fundan el que es el segundo partido socialista más antiguo y longevo de Europa tras el SPD alemán, el PSOE. En 1886, sabiendo del valor de la difusión de las ideas, nace El Socialista. El mismo año del primer congreso del PSOE en Barcelona, 1888, Pablo Iglesias participa en la fundación de nuestro sindicato, la UGT. En 1890 su voz irrumpe, motivando desde entonces a la causa obrera, en la primera manifestación del 1º de Mayo. Fue Concejal en Madrid y, en 1910, se convirtió en el primer diputado socialista de la historia de España. Durante toda su comprometida vida, como una lluvia constante, más que su propia historia, nos dejó las bases de todo lo que somos hoy, de lo que fuimos ayer, de lo que seremos las y los socialistas mañana: sus ideas. La modernidad de las mismas asombra; hoy seguimos pidiendo que la tierra sea para el que la trabaja, que haya libertad de asociación, que las leyes garanticen la igualdad de derechos y la plena ciudadanía, que nadie sea discriminado, que el feminismo es nuestra causa, que el Estado debe garantizar la socialización de la vivienda para que sea accesible, que los impuestos son necesarios y deben ser progresivos sobre la renta y el capital, que la justicia sea igual para todos, que la educación sea pública y gratuita, que la sanidad sea universal, que no haya perdón con los corruptos o ese grito clave que hoy seguimos clamando con el puño izquierdo en alto y que, generación tras generación, algunos creen propio de su tiempo, “¡no a la guerra!, ¡no a las guerras!”. 

    El “colegio Pablo Iglesias” que nombraba Miguel de Unamuno continúa hoy. La fuerza de las ideas, el modelo de sociedad, el valor del ser humano, los derechos de ciudadanía o la total igualdad entre ambos sexos, empezando por la educación, son ideas vigentes porque en su naturaleza existe una modernidad irreductible. En estos tiempos en los que tantas hordas de sobra conocidas, nos quieren hacer regresar, a la fuerza, con violencia verbal (tentada de ser física) al peor de los pasados contemporáneos, la palabra encendida y la modernidad de las ideas de Pablo Iglesias necesitan militantes conscientes de que, parafraseando al Abuelo, lo son no para amar en silencio las ideas y para recrearse con su grandeza y con el espíritu de justicia que las anima, sino para llevarlas a todas partes. 

    Siendo, como somos, machadianos, recordando ese maravilloso poema que es la saeta, en 2025 conmemoraremos el centenario del fallecimiento de Pablo Iglesias, pero, sobre todo, celebraremos que nuestra forma de entender la libertad y la justicia, nuestra manera de sindicarnos, de hacer política y pedagogía, de entender que ningún dolor humano nos es ajeno, nació en Ferrol hace 175 años y es, indiscutiblemente, inmortal.