Pablo Iglesias, la modernidad de sus ideas
La verdad es lo que distingue a unas voces de
otras. La de Pablo Iglesias era una voz de palabra
encendida, de certeza y valores, de utopía y
resiliencia, una voz hecha de verdad, como
destacaban Antonio Machado, Valle Inclán, Rosa
Chacel, Ortega y Gasset o Fernando de los Ríos,
entre otros muchos a los que la voz del Abuelo
impresionó por su fuerza, serenidad y carácter.
De él aprendieron que en el socialismo estaban
las ideas de modernidad que serían el ADN del
progresismo en España; de él aprendimos todos,
en palabras de María Zambrano, que “la verdad
se siembra”.
Aquel niño de Ferrol que sufrió la miseria y
aprendió el oficio de tipógrafo en un hospicio
de Madrid, nunca lo tuvo fácil, jamás se rindió,
nos enseñó que la resistencia era el mejor
camino a la utopía, que la libertad y la justicia
componen la única fórmula salvadora. El 2
de mayo de 1879, en la Casa Labra de Madrid,
dieciséis tipógrafos, cuatro médicos, un doctor,
dos joyeros, un marmolista y un Zapatero,
fundan el que es el segundo partido socialista
más antiguo y longevo de Europa tras el SPD alemán, el PSOE. En 1886, sabiendo del valor
de la difusión de las ideas, nace El Socialista. El
mismo año del primer congreso del PSOE en
Barcelona, 1888, Pablo Iglesias participa en la
fundación de nuestro sindicato, la UGT. En 1890
su voz irrumpe, motivando desde entonces a la
causa obrera, en la primera manifestación del
1º de Mayo. Fue Concejal en Madrid y, en 1910,
se convirtió en el primer diputado socialista
de la historia de España. Durante toda su
comprometida vida, como una lluvia constante,
más que su propia historia, nos dejó las bases
de todo lo que somos hoy, de lo que fuimos
ayer, de lo que seremos las y los socialistas
mañana: sus ideas. La modernidad de las
mismas asombra; hoy seguimos pidiendo que
la tierra sea para el que la trabaja, que haya
libertad de asociación, que las leyes garanticen
la igualdad de derechos y la plena ciudadanía,
que nadie sea discriminado, que el feminismo
es nuestra causa, que el Estado debe garantizar
la socialización de la vivienda para que sea
accesible, que los impuestos son necesarios
y deben ser progresivos sobre la renta y el
capital, que la justicia sea igual para todos,
que la educación sea pública y gratuita, que
la sanidad sea universal, que no haya perdón
con los corruptos o ese grito clave que hoy
seguimos clamando con el puño izquierdo en
alto y que, generación tras generación, algunos
creen propio de su tiempo, “¡no a la guerra!, ¡no
a las guerras!”.
El “colegio Pablo Iglesias” que nombraba
Miguel de Unamuno continúa hoy. La fuerza de
las ideas, el modelo de sociedad, el valor del ser
humano, los derechos de ciudadanía o la total
igualdad entre ambos sexos, empezando por
la educación, son ideas vigentes porque en su
naturaleza existe una modernidad irreductible.
En estos tiempos en los que tantas hordas de
sobra conocidas, nos quieren hacer regresar, a
la fuerza, con violencia verbal (tentada de ser
física) al peor de los pasados contemporáneos,
la palabra encendida y la modernidad de las
ideas de Pablo Iglesias necesitan militantes
conscientes de que, parafraseando al Abuelo,
lo son no para amar en silencio las ideas y para
recrearse con su grandeza y con el espíritu
de justicia que las anima, sino para llevarlas a
todas partes.
Siendo, como somos, machadianos, recordando
ese maravilloso poema que es la saeta, en
2025 conmemoraremos el centenario del
fallecimiento de Pablo Iglesias, pero, sobre todo,
celebraremos que nuestra forma de entender
la libertad y la justicia, nuestra manera de
sindicarnos, de hacer política y pedagogía,
de entender que ningún dolor humano nos
es ajeno, nació en Ferrol hace 175 años y es,
indiscutiblemente, inmortal.